El 23 de abril es una fecha especial
que nos alegra el alma y nos motiva a seguir difundiendo activamente
la literatura dentro de nuestras posibilidades: visitando
exposiciones relacionadas, brujuleando por las ferias de libro
antiguo o acudiendo a nuestro librero de confianza para dejarnos
convencer de la adquisición de un nuevo volumen que llene nuestros
días de emociones y ocupe su lugar en la estantería de rigor. Todas
estas actividades hacen del Día Mundial del Libro en una jornada a
marcar en nuestro calendario pero, en ocasiones, esa alerta se
duplica gracias al papel recordatorio (e histórico) de las
efemérides. Y así ha ocurrido este año con el cincuenta
aniversario de la muerte de Edgar Neville.
Autoría: Wikipedia |
Pese a ese nombre tan british,
Edgar Neville nació en Madrid un 28 de diciembre de 1899 en el seno
de una familia acomodada. Su futuro hubiera estado asegurado como
funcionario público de raigambre gracias al título herededado de su
madre (condesa de Berlanga de Duero) y la posición social de su
padre (empresario de la emergente industria del motor), sin embargo,
el joven Neville siempre sintió que su afición por la literatura no
se quedaría en un simple hobbie. Y así fue. Su primera pieza
teatral, La Vía Láctea, se estrenó en 1917 de manos de la
compañía de La Chelito y desde entonces comprobará que su sitio se
encontrará entre las visitas al Café Pombo y las tertulias con la
farándula y la bohemia intelectual, y la carrera diplomática. Entre
sus amigos más cercanos se encontraban nombres de la talla de Ramón
Gómez de la Serna, Tono, Luis Buñuel o Enrique Jardiel Poncela,
hombres de arte vinculados a sus dos pasiones: el teatro y el cine.
Precisamente, será en el séptimo arte donde más destacará su
persona, tanto con obras propias como con adaptaciones de novelas u
obras teatrales.
Para muchos, Edgar Neville fue uno de
los primeros directores de cine de culto de España (siempre contando
con Buñuel como estrella inalcanzable) debido a su enorme capacidad
para crear situaciones y personajes y su facilidad para adaptar a la
gran pantalla las aventuras y desventuras propias y ajenas. Su
filmografía destaca por su enorme versatilidad tanto en el
tratamiento de textos teatrales como de novelas coetáneas de variado
género, resultando unas películas tan atractivas como los
ejemplares en los que se basaba. La polémica respecto a las
adaptaciones siempre resulta tensa, pero Neville ha servido como
paradigma de ese buen uso que el cine puede ofrecer a la literatura,
convirtiéndola más en un compañero de viaje que en un enemigo
cultural a batir. De este modo, dentro de la obra del escritor y
cineasta madrileño nos encontramos con adaptaciones tan variadas
como folletines de Carlos Arniches (Las señoritas de Trevélez),
relatos misteriosos de Emilio Carrere (La torre de los siete
jorobados), la vis cómica de Wenceslao Fernández Flórez (El
malvado Carabel) o la novela de mayor éxito de Carmen Laforet,
Nada. Como no podía
ser de otra manera, Neville también adaptó obras propias como
Correo de Indias y El baile (teatro) o Frente de
Madrid (novela).
La verdad es que no conocía a este hombre ni ninguna de sus obras (escritas o dirigidas) así que no puedo decir gran cosa de él. Es bueno conocerlo para tener algo más de cultura! Gracias ;) un beso
ResponderEliminar¡Hola, Almudena!,
EliminarSí, Edgar Neville es una figura un tanto desconocida pero que realizó una labor muy interesante, uniendo cine y literatura.
Nos alegramos de que te haya gustado la entrada sobre él.
¡Nos leemos!